Enlace a la publicación, En Perspectiva, 10 de mayo de 2021
¿Podría Usain Bolt correr alguna vez una maratón? Las diferencias entre un velocista y un fondista saltan a la vista con solo mirarlos. Lo mismo sucede con los gobiernos y sus respectivos líderes.
El primer ministro británico, Boris Johnson, y su gobierno cometieron algunos errores en las carreras más cortas. Aquellas medidas que implicaban capacidad de reacción rápida para bajar la movilidad, las interacciones, y con ello los contagios y la cifra de fallecidos, fueron tomadas para algunos de forma demasiado tardía.
En la carrera de media distancia, sin embargo, se mostró como un hábil estratega. Fue de los primeros líderes en entender que la única salida estable para poder volver cuanto antes a la normalidad, era la vacunación. A pocos meses de desatada la crisis del coronavirus, ya estaba negociando un esquema de generosa financiación pública para el desarrollo de la vacuna de Oxford- AstraZeneca, lo que aseguraría un aprovisionamiento seguro para inmunizar al país.
El gobierno hizo apuestas arriesgadas. Decidió que los plazos para la regulación de las vacunas deberían ir por carriles mucho más ágiles de los normales. Asimismo, en una jugada sui generis, optó por vacunar con una sola dosis a la mayor cantidad de personas posibles, extendiendo el plazo de la segunda inyección hasta las 11 semanas. La segunda dosis, que incrementaba según los estudios apenas unos puntos porcentuales los niveles de inmunización, era más valiosa utilizarla para proteger con una primera dosis a otro ciudadano. Se cumplió el objetivo de inocular a 32 millones de personas, lo que se denominó el grupo prioritario (por su edad, condiciones de salud, etc.), antes del 15 de abril. En este grupo se estimaba se producía el 99% de los fallecimientos.
En lo económico, al igual que el resto de las economías desarrolladas, la elección fue dar oxígeno al sistema. En primer lugar, cubriendo algunas cuestiones básicas de contención social, pero también protegiendo el tejido empresarial, el empleo y con ello la capacidad de consumo. Sostener el potente mercado interno, motor de esta economía, era una condición necesaria para que el avión no quedara en la pista de despegue por años.
Después de una caída del PIB que rozó el 10% en 2020, el Banco de Inglaterra acaba de revisar al alza la previsión de crecimiento de 2021 al 7,25%. Los indicadores de confianza industrial están en máximos históricos y las cifras de desempleo corrigiéndose a la baja. Como en muchos países europeos, hay una bolsa de ahorro acumulada que no se veía hace tiempo.
Con respecto a la Unión Europea que acaba de abandonar, y haciendo uso de ciertas libertades recuperadas, Boris Johnson fue quizás más ágil en algunos puntos críticos para capear esta tormenta. Una reserva de credibilidad que no le vendrá nada mal para afrontar los retos que lo están esperando: asumir las consecuencias no tan promisorias del Brexit y la salida del mercado común.
Europa cometió algunos errores en el aprovisionamiento y la instrumentación de la vacunación. Pero afortunadamente hoy el viejo continente ya parece encarrilado en la campaña de vacunación. La Unión Europea, seguirá siendo el excelente corredor de maratón que es. Para ello fue diseñado y esa es su principal contribución a los países miembro. Los fondos de Nueva Generación, que inyectarán un monto cercano al 5,6% del PIB de la economía comunitaria, a aquellos estados más afectados por la pandemia, refuerzan la apuesta por la transformación digital y ecológica, por la investigación y por la resiliencia de los sistemas sanitarios.
Probablemente el hemisferio norte, en general, cerrará 2021 bastante mejor que lo que proyectaban las previsiones realizadas el año pasado. El ambicioso paquete de ayudas instrumentado por Biden promete ser también un gran estímulo para la locomotora norteamericana.
A pesar de muchos desaciertos de unos y otros, hubo en el mundo desarrollado un factor común. Los ciudadanos entendieron que había un plan y se les comunicaba. El Estado volvía como no lo hacía desde hacía décadas para cumplir una de sus principales funciones: dar estabilidad al sistema y disminuir el nivel de incertidumbre. Una herramienta útil para todos los gobiernos, aunque un reto más difícil para aquellos que solo son velocistas.