Enlace a la publicación, El Observador, 2 de febrero de 2022
“Nunca pensamos que seríamos tan exitosos y que podríamos crecer al nivel que lo hicimos en 2021” decía hace unos días la directora del Banco Central Europeo, Christine Lagarde.
A menudo las situaciones límites nos dejan pocas dudas con respecto a los cursos de acción. En un incendio en lo primero que pensaremos es en salvar la vida de nuestros seres queridos y la nuestra. Del mismo modo en la pandemia, el mundo actuó de manera muy coordinada y con pocas vacilaciones, aunque con ligeras variaciones para evitar el colapso sanitario y económico.
Mirado en retrospectiva, hubo un muy buen diagnóstico y tratamiento: lo sanitario y lo económico eran simplemente dos términos de la misma ecuación. Continúan siéndolo y del correcto diagnóstico y tratamiento de la situación sanitaria, depende la salida económica.
En lo sanitario en una primera etapa se implementó un amplio abanico de medidas más o menos coercitivas que apuntaban a la reducción de la movilidad y en una segunda etapa, con la irrupción de las vacunas, se desplegaron fuertes campañas de vacunación. En lo económico, se intentó impedir una recesión económica que terminara enquistándose. Numerosos programas de ayuda mantuvieron desde el lado de la demanda las ayudas a las familias y a los empleos y también desde el lado de la oferta en mayor o menor grado se apoyó a los sectores más tocados por los cierres impuestos.
Hoy la situación sanitaria es muy distinta y los desafíos en lo económico son otros. Aunque aún aparecen nuevas variantes, no parece que el bosque se vuelva a prender fuego y tímidamente va creciendo la lista de países dispuestos a dar vuelta la página, declarar el coronavirus como una enfermedad endémica que se seguirá cobrando vidas (como tantas otras con las que convivimos), pero con tasas de letalidad mucho más bajas gracias a las vacunas. Con cifras de fallecidos que representan un porcentaje cada vez menor del número de casos , surge la interrogante sobre la utilidad de esta última variable como guía para transitar esta nueva etapa. La capacidad de testeo está tocando fondo en muchos puntos del planeta. Del mismo modo que seguramente lo haría si en los meses de invierno deseáramos testear a todo individuo susceptible de ser portador del virus de la influenza.
En lo económico, ante una demanda a la que se le suministró grandes cantidades de oxígeno durante los meses pandémicos, la oferta, aún limitada y con cuellos de botella en muchas cadenas de producción y distribución, no es capaz de responder. Numerosos sectores de la economía se ven restringidos por la cantidad de trabajadores aislados dada las actuales políticas sanitarias. El fantasma de la inflación, un fenómeno que habíamos eliminado del debate económico en los últimos años, está amenazando desde hace meses a varias regiones del globo.
Esta película ya la hemos vivido otras veces y no se puede desconocer la peligrosidad de la inflación. Es raro que no traiga aparejada una pérdida del poder adquisitivo para los asalariados, aun contando con mecanismos de indexación que pueden acentuar más la escalada de precios y acaba siendo peor el remedio que la enfermedad. La inflación genera además, un entorno mucho más inestable para la inversión. En países con monedas más débiles se suma a este escenario, una huida desde las monedas locales a otras más fuertes, provocando fuertes desequilibrios.
A la escasez temporal de recursos humanos debido al coronavirus, se suman cambios que parecen más estructurales. Pensar que todas las capacidades productivas volverían a ponerse a pleno funcionamiento como si simplemente se tratara de encender un interruptor, fue un gran error de cálculo. Han pasado ya casi dos años. Ha habido grandes cambios en el mercado laboral. Han surgido nuevas oportunidades y algunos trabajadores no volverán a sus antiguos puestos porque encontraron opciones más atractivas. La crisis de los camioneros en algunos mercados, como el estadounidense o el británico, es un buen ejemplo de ello.
La Reserva Federal en Estados Unidos ya ha dado señales claras que subirá tipos de interés y puede que en unos meses el Banco Central Europeo vaya por el mismo camino. Aun así, puede que no alcance con calmar la demanda, y las subidas de tipos solo peguen un frenazo a la recuperación sin lograr resolver los cuellos de botella en todas las cadenas de suministro para controlar la inflación.
Urge saber si la comunidad científica considera que podemos dar vuelta la página de manera controlada en lo sanitario, y que sin poner en riesgo la salud pública, se puede prescindir ya de los testeos masivos y las políticas tan rigurosas de cuarentenas y aislamientos, reduciendo así las interrupciones en la economía. Algunos países ya consideran empezar a transitar por esa vía. Realinear las políticas sanitaria y económica no es menos importante en esta salida de lo que lo fue en los meses más duros de la pandemia. No sería buena cosa después de capear semejante tormenta, acabar en el plano económico, muriendo de éxito.