Los muertos que vos matáis

Enlace a la Publicación, El Observador, 15 de febrero de 2021

“Compra directamente de alguien que puso su corazón y su alma en hacer algo especial. Encuentra cosas que te encantarán. Apoya a las pequeñas empresas. Objetos artesanales, vintage, personalizados.” Una idea que nace de tres amigos artesanos. Una elección clara para todos aquellos que buscan alejarse de la producción estandarizada, de la compra en grandes tiendas y cadenas.  Del sistema. ¿Estamos ante un capitalismo que da sus últimos coletazos o que se transforma a pasos agigantados?

Antes de intentar una respuesta, permítame contarle algo más. La empresa de la que hablo, se llama ETSY. Fue el segundo valor con más ganancia en 2020 del índice S&P, con un crecimiento de más del 300%, tan solo detrás de otra compañía. Esta otra compañía nos cuenta su misión de esta manera: “estamos acelerando la transición del mundo hacia la energía sostenible con coches eléctricos, soluciones solares y de energía renovable integrada para hogares y empresas”. Por supuesto me refiero a TESLA. Si está interesado en comprar ETSY, apenas necesita reunir un monto equivalente a la mitad de lo que toda la economía uruguaya genera de riqueza en un año. Si cuenta usted con algo más de recursos, quizás se decida por TESLA. Necesita simplemente 15 años de PIB uruguayo actual.

Ante los agoreros del fin del capitalismo, las apuestas inversoras estrellas de 2020 pueden causar cierta perplejidad. ¿No vimos repetido hasta el cansancio que el capitalismo necesitaba exprimir los recursos del planeta de forma abusiva para sobrevivir?  ¿No pensamos que capitalismo implicaba producción en serie, estandarización, consumidores anónimos? Quien haya trabajado con esos supuestos estaba totalmente equivocado.

Para empezar, nos iremos desprendiendo de manera intencional y voluntaria de una explotación desmedida de nuestro entorno. Imputar en las funciones de producción, las externalidades negativas sobre el planeta era un ejercicio necesario que teníamos pendiente desde hace siglos. Nos estamos poniendo al día. Necesitamos contabilizar lo que podrían ser daños a nuestros ecosistemas que más tarde se transformarán en perjuicios para nuestra salud y la de otras especies y acabarán también hipotecando el buen funcionamiento de nuestros sistemas productivos en el futuro.

Basta con mirar a los planes estratégicos de las grandes compañías de energía, esas que quizás seguiremos llamando petroleras, pero que en cuyos portafolios en pocos años el otrora llamado oro negro, tenderá a ocupar lugares cada vez más secundarios, dejando la estelaridad a las energías renovables. Otras industrias aún de forma muy tímida van por el mismo camino, por ejemplo, la producción de carne en laboratorio en base a células madre.

Por otra parte asistimos a una  revolución en la ruta hacia el consumidor, generada por las tecnologías de la información y acelerada en el último año por la pandemia del coronavirus, que nos mantuvo con tantas distancias pero paradójicamente acortó mucho el camino, entre quien produce y quien consume. Ambos extremos de la cadena pueden conocerse ahora mucho mejor, de forma más rápida, recorriendo además un camino que cada vez se hace más corto y elimina múltiples escalas intermedias, hoy ya innecesarias.

En este nuevo capitalismo a la transformación de consumidores y empresas, se suman además dos elementos importantes. En primer lugar, inversores, muchos de ellos institucionales con criterios de inversión muy definidos. En segundo lugar, organismos púbicos supranacionales de coordinación con objetivos claros, de mediano y largo plazo que exceden los caprichos de las políticas cortoplacistas de los gobiernos nacionales. El acuerdo climático de Paris, al que USA acaba de reincorporarse tras la asunción de Biden, es un buen ejemplo de ello.

La búsqueda de sistemas productivos más desligados de nuestros recursos naturales finitos y la posibilidad de acortar el camino hacia el consumidor final son espacios con enorme potencial de crecimiento, y de generación de beneficios. El capitalismo se renueva así, en una nueva vida, con su capacidad de movilizar capital, talento y otros recursos, de sector a sector, de región a región. Como siempre lo ha hecho.

Por supuesto que, como todo organismo con buena capacidad de supervivencia, estamos hablando de un sistema con una enorme capacidad de adaptación.  Para ello parece estar tomando buena nota que, de un lado de la ecuación, debe incorporar una nueva serie de valores que empiezan a ser muy relevantes para una gran parte del globo. Necesita además de ser capaz de entender como conectar con esas necesidades, aspiraciones y valores de los consumidores; encontrar las vías para estructurar las funciones de producción y los costes. Mientras logre asegurar así la generación de beneficios, podemos decir que el sistema goza aún de muy buena salud.

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