Enlace a la publicación : Uy.Press, 19 de enero de 2022
«Por mí que reviente el planeta en confeti esta noche
Quiero bailar un slow with you tonight, honey»
Con esta imagen maravillosa, Luis Eduardo Aute nos hacía soñar hace unas cuantas décadas. Yo visualizaba el planeta reventando en confeti, sin reparar ni preocuparme porque reventaría con él. Imaginaba una pareja que resistía y bailaba suspendida en el espacio, liberada de las leyes de la gravedad, al compás de la canción.
Con el correr del tiempo, ya condicionada por cuestiones más pragmáticas y habiéndolo sufrido en carne propia, fui conectando más con estos otros versos de la canción:
«Por más que aparezca la grúa y se lleve mi coche
quiero bailar un slow with you tonight».
Entendí que en ellos, aunque con una imagen menos poética, Aute se la jugaba mucho más. La probabilidad que la grúa levante tu coche en Madrid es mucho mayor a la probabilidad, me atrevo a afirmar casi nula, que el planeta reviente en confeti.
Asumir que nos movemos en un entorno sin certezas absolutas no es fácil. Por ejemplo, hay algo de frustración en el mundo porque los porcentajes de vacunados contra el coronavirus que se estimaban serían suficientes para lograr la inmunidad de rebaño, no cumplieron sus expectativas. A pesar que la presión sobre el sistema hospitalario está en la mayoría de países fuera de niveles de alerta; no hay todavía por parte de la comunidad científica, consenso en cuanto a que ya estamos en condiciones de dar por innecesarios algunos recaudos y podamos tratar este virus como la mayoría de los virus con los que convivimos: sin testeos masivos ni aislamiento de quienes estén contagiados.
En un entorno incierto y menos equipados de instintos que otras especies, los seres humanos nos hemos visto obligados a incorporar el manejo del cálculo de probabilidades para sobrevivir. Para ello utilizamos una materia prima fundamental: la evidencia de sucesos anteriores y la frecuencia con la que se dieron. Mirando el cielo nuestros antecesores ya sabían que podría descargarse una tormenta feroz y debían guarecerse. Este mismo mecanismo lo seguimos aplicando en la actualidad, para una infinidad de actos cotidianos. Es un principio básico que utilizan muchas disciplinas: recabar evidencia, calcular probabilidades, y en base a ello recomendar cursos de acción. Sin embargo, existe cierto escepticismo al respecto de su utilidad.
Puede que por un lado nuestros sistemas educativos no ahonden lo suficiente en la noción de probabilidad. Cuando se habla de la incidencia del tabaquismo en determinadas enfermedades, es común oír «pero Fulanito vivió hasta los 90 años y era fumador». Las probabilidades de un fumador de llegar a los 90 años son muy bajas, aunque claro que no nulas. Según el CDC (Centre for Disesase Control and Prevention) de Estados Unidos, que trabaja con una base de datos muy potente, la esperanza de vida de los fumadores es 10 años menor que la de los no fumadores y una de cada cinco muertes está asociada con enfermedades relacionadas al tabaco. El hecho que Fulanito haya llegado a los 90 no invalida esos datos. Si su caso fuera el más probable, los datos que dan los organismos que monitorean las causas de enfermedades y muertes en el mundo, serían otros.
Por otro lado, los resultados derivados de los esfuerzos de modelización que se hace en muchas disciplinas, no siempre se hacen llegar de manera sencilla y asequible para el gran público. Como se señalaba en el caso del coronavirus, vemos que existe una cierta frustración por parte de la población al no alcanzar, con los niveles de vacunación que se asumían serían suficientes, la inmunidad de rebaño. Quizás porque aun sabiendo que quedaban muchas incógnitas por despejar algunos mensajes se tiñeron de demasiadas certidumbres, generando falsas expectativas. La vida cotidiana sigue llena de restricciones. Sin embargo, a medida que vamos recabando más y más información, entendemos que estamos inmensamente mejor preparados ante el virus que sin vacuna y que la probabilidad de enfermar grave y de morir es mucho menor para quienes estamos vacunados, que para quienes no lo están. Además, en los procesos de investigación para desarrollar estas vacunas se han hecho enormes avances para paliar o curar otras enfermedades
Por último, a pesar de que la mayoría de los avances sobre nuestra calidad de vida surgen de analizar la evidencia, estudiar probabilidades, plantear hipótesis; nuestro entorno y nuestra vida dependen de un gran número de variables aleatorias; frente a las cuales lo único que podemos hacer es, en base al estudio de probabilidades, posicionarnos lo mejor posible. Las certezas absolutas solo son fantasías de algunos marcos religiosos o ideológicos.
El camino del conocimiento no es un campo de certezas absolutas, sino de probabilidades. Estudiarlas para sacarle el mayor partido posible nos ha permitido dar saltos cualitativos muy grandes. En cuanto a las certezas, disfrutemos de las pocas que tenemos y nos dan satisfacción. Por ejemplo, a mí el «Slowly» de Aute me gusta cada vez más.
Una respuesta a «La insoportable levedad de lo incierto»
Muy acertado. Interiorizar el concepto de probabilidad es indispensable para todo ciudadano.
La previsión del tiempo, las devisiones financieras, la comprensión de múltiples datos requieren ese conocimiento.
Gracias por la aportación.