Enlace a la publicación, El Observador, 21 de junio de 2021
La revista Time instauró el premio “Hombre o Mujer del año” en 1927, transformado a “Persona del año” en 1999. El podio en las primeras décadas estuvo copado (en un 70%, 80%) por figuras del mundo de la política. En los 90 algo empieza a cambiar. Cada vez se cuelen más figuras del mundo de la ciencia, movimientos sociales. También empresarios que irrumpieron con conceptos novedosos, que crearon nuevo valor en las economías y cambiaron nuestra cotidianeidad.
La política cede así, cada vez más parcelas de liderazgo, de diseño del futuro, a otras áreas. ¿Por qué?
El liderazgo exitoso debe desafiar el statu quo. No existen liderazgos que se construyan en base a mantenerlo todo igual. Pero además el líder debe contagiar una visión del futuro y en el camino hacia ella, ser capaz de poder mostrar logros.
Hoy el mundo se enfrenta a grandes retos. Las luces de alarma para redefinir nuestra relación con el medioambiente y resolver las desequilibrios globales y locales, no dejan de parpadear.
Las tecnologías de la información vienen convirtiendo al mundo en las últimas décadas. Se está redefiniendo la estructura del empleo demandado. La formación de los recursos humanos debe acompañar. De no emprender los cambios necesarios, grandes capas de la población quedarán rezagadas y ello ahondará en los desequilibrios locales.
Los desequilibrios globales son otro gran punto de tensión. Depender menos de los recursos finitos de nuestro planeta, es ya una realidad que avanza en un camino sin retorno en la generación de energías. Pronto lo seguirán otros sectores, como la producción de alimentos. Las regiones del globo que hasta ahora gozaron de los beneficios de la globalización, basados en sus recursos naturales finitos, o en su mano de obra poco calificada, necesitan reconvertirse ya. El mundo desarrollado tiene claro que ésta también es su tarea. Los movimientos migratorios que siempre actuaron como un mecanismo de equilibrio, solo resuelven parte del problema. Urge encontrar soluciones en los países de origen.
¿Puede la política volver a ser un importante factor de cambio en el mundo para encarar esos desafíos? Miremos las tres economías más grandes del planeta.
El papel de China y su creciente relevancia es indiscutible. Dirigido por un régimen autoritario, su capitalismo de estado, que apenas sufrió reveses con la crisis del coronavirus ya proyecta un 2021 de potente crecimiento. China supo atraer inversión, desarrollar en pocos años un enorme mercado interno y salir a la conquista del mundo. En la década de los 60 o los 70, en un mundo alineado con el bloque occidental o con el soviético, mencionar a China como una fuerza emergente, hubiera resultado para mucho ridículo. Pero su rol hegemónico en muchas áreas del globo es ya un hecho. Latinoamérica es un buen ejemplo de ello. Principal socio comercial para algunos países, la estrategia geopolítica china es clara. No exige alineaciones ideológicas, sí contraprestaciones en cuanto a asegurarse el aprovisionamiento de determinados recursos.
La Unión Europea, sobre el papel tiene objetivos de largo plazo muy interesantes que va implementando, además de cuantiosos recursos financieros destinados a numerosos programas de investigación, desarrollo y transformación de la sociedad. Pero es una entidad con un enorme déficit comunicacional. No hablemos ya de que pueda asumir un papel de liderazgo en el mundo. No logra siquiera transmitir entusiasmo a los europeos, de comunicar lo que hace .
En cuanto a Estados Unidos, la administración Biden, con algunos movimientos inequívocos en cuanto volver al concierto mundial, parece enfrascada al igual que la anterior, en persistir en su guerra comercial con China. Los ricos paquetes de ayuda otorgados a través del Plan Americano de las Familias y del Plan Americano del Trabajo, especifican claramente el propósito de superar al gigante asiático. Una carrera que, por lo pronto, parece ir perdiendo por varios cuerpos en muchas áreas del globo.
China está rediseñando el mundo en silencio, desde un régimen autocrático y desde la enorme capacidad de su mercado. La Unión Europea sigue dando pasos al interior del bloque, pero lejos de entusiasmar o convencer con su mensaje. La política estadounidense tanto con Trump como Biden, está haciendo de la carrera con China su piedra angular. Algo esencial para atraer al elector estadounidense, pero un mensaje que se queda corto para convencer allende sus fronteras.
Hacia qué nueva conformación avanza el mundo, parece claro. ¿Es allí hacia donde realmente queremos ir? ¿Surgirán en los próximos años líderes capaces de presentar una visión alternativa? ¿Serán capaces de convencer? ¿Serán capaces de hacer?