El ladrillo y su difícil equilibrio

Enlace a la publicación: El Observador, 13 de septiembre de 2021

El equilibrio del mercado de la vivienda pocas veces acaba en un resultado social óptimo. Lo que las leyes de mercado determinan para los niveles de salarios y los precios de la vivienda, se plasma en escenarios que no necesariamente aseguran el funcionamiento correcto del engranaje social. Varias ciudades del mundo tienen problemas para que sus maestros, enfermeros, y policías encuentren viviendas asequibles en su entorno.

Una de las razones es que la inversión en vivienda sigue siendo el activo que más recursos atrae en el mundo. Simplificando y considerando las principales opciones de los inversores, del total de dinero invertido a nivel global, el 54% lo está en activos inmobiliarios, el 17% en valores bursátiles; el 14% financiando la deuda de los gobiernos y el 15% la deuda de las empresas.

Previo a la pandemia, algunas ciudades combatían ya con un factor disruptivo que sacaba del mercado un importante porcentaje de viviendas que, gracias a nuevas plataformas digitales, encontraban una salida mucho más rentable ofrecidas como alojamientos turísticos. Un problema adicional para aquellas urbes que ya estaban expulsando a algunos oficios imprescindibles. En Europa muchas de ellas no tardaron en legislar para intentar poner alguna solución a este fenómeno.

El 2020 fue un año atípico para el mercado inmobiliario. Contradiciendo la tendencia histórica de acompasarse a los ciclos económicos, en medio de una gran recesión global, el valor de la vivienda no paró de crecer. En parte alentada por los bajos tipos de interés y los diferentes paquetes de estímulos, sobre todo en las economías desarrolladas. Además, la alcancía del mundo estuvo durante meses buscando activos interesantes, sin tener claro dónde ir, ni cuando se vería la salida sanitaria que volviera a poner en marcha a ciertos sectores y tornarlos nuevamente rentables. El ladrillo volvía a su rol de inversión refugio. Tuvo la pandemia además un efecto de revalorización de nuestros espacios residenciales; convertidos a la fuerza en nuestras oficinas, nuestras escuelas y nuestros gimnasios.


Al mismo tiempo que acceder a una vivienda se volvía más inalcanzable para algunos, el coronavirus dejaba una vez más al desnudo, las condiciones insalubres en las que vive gran parte de la humanidad. Las viviendas que deberían ser un refugio donde mantenernos aislados del virus, se convirtieron para muchos habitantes del planeta en un lugar peligroso donde, dado el contexto de hacinamiento en que viven, quedaban expuestos   a mayores peligros.

¿Qué depararán los próximos meses a este mercado? Algunos cambios producidos durante la pandemia se plasmarán como cambios estructurales. Probablemente el espacio ocupado por oficinas y algunos locales comerciales se reducirán de forma definitiva. El trabajo a distancia y la reconversión de parte del comercio a electrónico llegó para quedarse.  No obstante, surgirán otras ideas de negocio con sus demandas específicas de espacio.

Por el lado del financiamiento, la espiral de crecimiento de la demanda de vivienda puede encontrar un freno antes de lo previsto. Cada vez parece más difícil que las tasas de interés se mantengan en niveles tan bajos, con el fantasma de la inflación que vuelve a asomar en una economía mundial que empieza a mostrar signos de recalentamiento.

Las acciones públicas para corregir los desajustes en el mercado de la vivienda son utilizadas por gobiernos centrales y locales del mundo. Además de ello, cada vez más vemos acciones de responsabilidad social corporativa entrando al ruedo. Grandes compañías como Facebook o Google señalan las limitaciones a la hora de contratar que implica el coste de la vivienda en algunas ciudades como Londres y San Francisco y como ello acaba convirtiéndose en un ahuyentador de talentos.  Facilitar el acceso a un financiamiento más blando o asumir la construcción de viviendas para ofrecer a ciudadanos y empleados, son algunos de los instrumentos que adoptan muchos gobiernos y algunos gigantes corporativos.

El activo preferido del mundo, en sus subidas y sus caídas no solo afecta las posibilidades de vivir de forma digna de muchos habitantes del globo. Cuando la burbuja inmobiliaria se pincha, arrastra en su caída a muchos sectores de la economía, al igual que los impulsa en su apogeo. 

Dado que afecta a cuestiones extremadamente importantes para la cohesión de nuestras sociedades, bienvenidas sean todas las soluciones que ayudan de manera eficiente a disminuir el nivel de incertidumbre y volatilidad en este mercado.

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