Enlace a a la publicación, En Perspectiva, 4 de mayo de 2020.
Dos metros. Tres pasos largos. ¿Qué le sugieren a usted estas magnitudes? Esta distancia es, al día de hoy, la medida sanitaria de mayor consenso entre los expertos para frenar la propagación del Covid-19. A falta de una vacuna o tratamiento efectivo probado, es esta la recomendación que podría evitar los picos de contagios, muertes y el colapso de los sistemas sanitarios registrados ya en muchos países.
¿Usted recuerda el mundo de hace apenas un par de meses, sin coronavirus? ¿Con cuánta gente mantenía una distancia menor a esos 2 metros, en un día normal de su vida? Por supuesto, la respuesta dependerá de muchos factores. ¿Utilizaba el transporte público? ¿Vive en un edificio y se encuentra en el ascensor con vecinos con los que apenas cruza un “Buenos días”? ¿A qué distancia trabajaba de sus compañeros? ¿atendiendo al púbico? ¿Acudía frecuentemente al teatro, al cine? ¿Iba todos los fines de semana al estadio? ¿Cuántos objetos tocaba diariamente que habían sido tocado en las jornadas previas por cantidades incontables de extraños? Si es usted matero ¿con cuanta gente compartía habitualmente una ronda de mate?
No pretendo entristecerlo, ¿pero a cuantas personas a las que realmente hubiera querido dar un beso, un abrazo, un apretón de manos en los últimos meses, no ha podido aproximarse? Amigos, hijos, padres, nietos, hermanos.
Piense ahora en sitios mucho más densamente poblados que las zonas más aglomeradas de Montevideo. En Europa hay 33 áreas de un km², con poblaciones de 40.000 o más habitantes: 23 de ellas en España, las 10 restantes en Francia. A las áreas metropolitanas de Madrid, Paris, Londres, Milán, Barcelona y Roma, llegan cada año, entre turistas y visitantes por motivos profesionales, un número de individuos que duplica, el de los residentes que viven en ellas. Del otro lado del Atlántico, Manhattan en New York es el reflejo magnificado de estas realidades europeas. Estas ciudades, sin que sea motivo de sorpresa, han sido especialmente afectadas por el Coronavirus. Bajando hacia el sur, urbes como ciudad de México o San Pablo, seguirán probablemente el mismo patrón.
El modus operandi urbano que sabíamos no era perfecto, pero parecía viable al menos en el corto plazo, ya ni siquiera lo es en el cortísimo plazo. Estar tan cerca unos de otros por exigencias del guion de ciudad super poblada, puso en jaque al mundo, dio un frenazo sin precedentes a la economía global e impone un cambio de vida que habíamos sido incapaces de implementar ante enemigos crónicos de la salud del urbanita: el estrés, el sedentarismo, la mala alimentación, la obesidad y la mala calidad del aire que respiramos.
Los desafíos son multidimensionales. El primero, a corto plazo es, sin dudas, regular los flujos de personas. Ya hay sobre la mesa propuestas tecnológicas que permitirán controlarlo. Estas soluciones aportarán, cual semáforos, una nueva racionalidad al funcionamiento de las ciudades y mejorarán nuestra calidad de vida.
En pocas semanas, y porque esta crisis nos lo ha impuesto como una tarea ineludible, hemos visto que no estábamos utilizando el teletrabajo en todo su potencial, podemos sustituir aún más desplazamientos por sistemas de teleconferencias, mejorando nuestra calidad de vida y evitando las innecesarias emisiones de CO2 que tanto daño han hecho al planeta. Veremos un crecimiento exponencial del comercio electrónico. Continuaremos descongestionando las superficies de nuestras ciudades con el uso de drones u otras tecnologías.
Quedan otras preguntas pendientes: ¿es necesario con la capacidad tecnológica actual seguir amuchados como en épocas de la revolución industrial, ejerciendo una presión absurda sobre el precio de las viviendas en unas áreas tan limitadas de suelo e imponiendo a tantos ciudadanos vivir en condiciones muy restrictivas? ¿Cómo se restructurarán algunos modelos de negocios basados hasta ahora en grandes volúmenes y tráficos de clientes? Los desafíos son grandes, son nuevos, pero nuestra habilidad de especie que construye y traslada conocimiento de unas generaciones a otras, será una vez más, la clave para adaptarnos al nuevo escenario.