A principios de 2020, la irrupción de un virus que se propagaba rápidamente dejando un reguero de muertes a su paso, puso al mundo en jaque. Los poderes públicos se vieron obligados a tomar decisiones rápidas y a veces drásticas.
El asalto que esto implicó a nuestras sociedades, fue rechazado con incredulidad por algunos. Sostenían que el virus no existía, o que no era tan letal. Dudaban de los mensajes de la mayoría de la comunidad científica o asumían intereses oscuros por parte de la misma.
La incredulidad para escuchar a los expertos se demostró casi que proporcional a la credulidad al asumir que, gracias a la mayor información disponible, asiendo trozos fragmentados de la misma, en pocas horas cualquiera podía dominar disciplinas cuyo conocimiento conllevan años de formación y desarrollo profesional.
La articulación óptima entre el conocimiento y la toma de decisiones de gobiernos, instituciones e individuos, representa un complejo entramado. Estas columnas nacieron como un intento de recorrer algunos de esos caminos.