Camaleones

Enlace a la publicación, El Observador, 4 de noviembre de 2020

¿Volveremos a crecer?

 Para aventurar una respuesta, acompáñeme un rato al futuro. Imagine que usted puede imprimir su ropa en casa. Una cámara tomará sus medidas del día, y podrá elegir entre un sinfín de diseños. Visualizará antes una imagen para comprobar cómo le quedaría. Imprimirá sus prendas en material que usted mismo podrá reciclar. La impresora funcionará con energías renovables. Si éste fuera el contexto, ¿cuántas prendas cree se imprimirían en su casa por semana?  Y esta industria: ¿cómo generaría valor y beneficios?  ¿cómo creará empleo?

Las vías para crear nuevo valor en la economía son dos: idear nuevos bienes y servicios y reducir los costes a lo largo de la cadena de valor. Hace varias décadas que venimos haciéndolo muy bien en ambas dimensiones. Hoy el escenario es especialmente promisorio para un crecimiento saludable. Hemos desarrollado tres grandes fortalezas que lo hacen posible: las tecnologías de la información, una redefinición de nuestro relacionamiento con el planeta y un mercado financiero mucho más sólido y ágil y que abarca un amplio abanico de inversores.

Las tecnologías de la información están rediseñando las cadenas de valor de forma vertiginosa. Ya no somos el consumidor anónimo que fuimos durante décadas. Somos más activos, tenemos más poder. Nuestros dispositivos electrónicos dejan a cada minuto huellas de nuestras preferencias, de nuestros deseos, de nuestros valores. Es mucho más fácil para las empresas conocernos y generar nuevos productos y servicios con una propuesta más ajustada a nuestro perfil. Nos pesa por momentos ser tan identificables, pero por el otro nos encanta recibir la lista de novedades musicales que los algoritmos estiman, con una buena tasa de acierto, que nos gustaría explorar. Para las compañías constituye un riesgo. En pocos minutos puede ser dinamitada en redes una nueva campaña publicitaria o cuestionadas sus prácticas medioambientales. Pero es también una vía ágil e inmediata de minimizar las incertidumbres en el tablero de juego.

En cuanto a la restructuración de costes, el nuevo entorno digital permite que muchos pasos intermedios, sean eliminados. Se racionaliza el uso de espacios físicos para tiendas en locaciones caras de nuestras ciudades. Los productos ya no necesitan pagar un alquiler tan oneroso para su exposición. Se exhiben en las pantallas de nuestros ordenadores y llegan hacia nosotros, desde el fabricante o con algunas pocas paradas técnicas en centros de distribución logística.

La oferta se amplía. Después de décadas de producción en serie, la nueva virtualidad, facilita emprendimientos mediante los cuales se canalizan nuevas propuestas, más personalizadas que pueden llegar ahora a un gran mercado, sin la necesidad de incurrir en grandes costes fijos para asegurar su distribución.

Pensemos ahora en todos aquellos productos que han perdido su cuerpo, pero no su alma y viajan ya ligeros de equipaje por la banda ancha. ¿Cómo haría usted para guardar en su casa en formatos físicos todos los discos, libros, películas y clases, que tiene en su teléfono móvil o en su ordenador?


Las tecnologías de la información también ayudan a obrar la transformación de muchos productos en servicios. Tener un vehículo propio en las grandes ciudades es un gran incordio más que una comodidad. Los mayores fabricantes de vehículos toman nota y rediseñan su negocio. Aparecen, además, otras fórmulas que nos permiten, también desde nuestros teléfonos solicitar servicios de transporte con chofer o sin él, nuevas opciones de alquiler de bicicletas o patinetes eléctricos. Todos ellos excelentes aliados para liberarnos de las restricciones cada vez más fuertes en cuanto a los tipos de vehículos para entrar a los centros urbanos, las elevadas tarifas de estacionamiento, las cargas tributarias y los seguros que conllevan el vehículo propio.

Volvamos a nuestro sueño distópico. El trasvase del empleo de la agricultura a la industria y luego a los servicios que experimentó la industria textil es común a otros sectores. Ayudados por la mecanización y la producción en serie, el empleo primero muy demandado para la obtención de la materia prima, lo fue posteriormente para los procesos de fabricación y más tarde en los asociados a la distribución y comercialización. La nueva transformación demandará sobre todo recursos para la creación de diseños y de estampados; de sensores y softwares para tomar nuestras medidas, y un largo etcétera.

Todas estas transformaciones de la economía han sido siempre creadoras netas de empleo. Según las estimaciones del Foro Económico Mundial, hacia 2025 se destruirán 85 millones de trabajos, pero emergerán 97 millones  de puestos nuevos, mejores adaptados a una nueva división de las labores entre máquinas y humanos.

Quizás en un futuro, encontremos un componente lúdico en el diseño de las prendas y mudemos mucho más a menudo de ropa. Al fin y al cabo, somos una especie camaleónica.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *